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Aquí presentamos la estructura del grupo de oración propuesta por el P. Slavko que os invitamos a seguir. Aunque ésta no debe ser rígida, es conveniente que contenga todas las partes que se proponen. Según el tiempo que se disponga, se puede extender más en una parte o en otra. Por ejemplo, en el compartir ideas, en la reflexión del mensaje, en los cantos… También es preferible, que lo que se haga sea con el corazón, por lo tanto mejor empezar con poco y bien, que hacer mucho y mal.

a.  Invocación al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es quien nos guía siempre en el camino de la Santidad. San Pablo nos explica que no puede haber auténtica oración sin la presencia del Espíritu en nosotros. En efecto, escribe: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables…” (Rm 8, 26-27)

“Lo más importante es orar al Espíritu Santo para que descienda sobre vosotros. Cuando uno lo posee lo tiene todo. La gente se equivoca al invocar solamente a los Santos cuando piden algo” (Mensaje del 21 de octubre de 1983)

b.  Purificación del corazón: perdón y arrepentimiento.

La participación debe ser espontánea y voluntaria. Presentemos todos los problemas y dificultades que sintamos en esos momentos y que nos impiden entrar en oración. Entreguemos al Señor nuestro desánimo o nuestra aridez espiritual y todo nuestro cansancio físico o mental. Pidamos al Señor que nos ilumine para abrirle completamente nuestros corazones.

“Queridos hijos, hoy también deseo mostraros cuánto os amo. Pero me duele no poder ayudaros a cada uno a comprender mi amor. Por lo tanto, queridos hijos, os invito a la oración y al abandono total de Dios, porque Satanás quiere alejarlos de Dios por medio de las cosas de todos los días y tomar el primer lugar en vuestras vidas. Por eso, queridos hijos, orad continuamente. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” (Mensaje del 16 de octubre de 1986)

c.  Oración con el corazón; Adoración, Alabanza, Gracias.

Oración espontánea y voluntaria de Adoración, Alabanza y Acción de Gracias. Con nuestros corazones abiertos, expresemos a nuestro Dios nuestro amor por Él y lo que Él representa para nosotros. En este momento podemos aprovechar para darle las gracias por todos los favores recibidos.

“¡Queridos hijos! Hoy os invito a todos a regocijarse continuamente por la vida que Dios os concede. Mis queridos hijos, regocijaos en Dios el Creador, porque Él os ha creado de manera tan maravillosa. Orad para que vuestras vidas estén llenas de una gozosa acción de gracias que brote desde vuestro corazón, como un río de alegría. Mis queridos hijos, dad incesantemente gracias a Dios por todo lo que poseemos, por cada pequeño don que Dios os ha concedido. De esa forma, la bendición gozosa de Dios descenderá siempre sobre vuestras vidas. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” (Mensaje 25 de agosto de 1988)

d.  Santo Rosario meditado (abierto a la oración de petición y de intercesión).

El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión se desnaturalizaría. Como subrayó Pablo VI: Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: “Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud a su locuacidad” (Mt 6,7).

Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezca, en quien ora, la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza”. El Rosario es a la vez meditación y súplica. La plegaria insistente a la Madre de Dios se apoya en la confianza de que su materna intercesión lo puede todo ante el corazón de su Hijo.

“¡Queridos hijos! Hoy os invito a comenzar a rezar el Rosario con una Fe viva, así podré ayudaros. Vosotros, queridos hijos, deseáis recibir gracias pero no oráis. Yo no puedo ayudaros porque vosotros no decidís actuar. Queridos hijos, os invito a rezar el Rosario de tal manera, que se convierta para vosotros en un compromiso que estéis dispuestos a cumplir con alegría. Así podréis comprender por qué estoy desde hace tanto tiempo con vosotros. Yo deseo enseñaros a orar. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” (Mensaje del 12 de junio de 1986)

e.  Lectura del Mensaje del mes de nuestra Madre María.

Se lee el mensaje del mes -preferentemente el último o del mes anterior- y después se hace una reflexión comunitaria, donde cada miembro voluntariamente puede compartir lo que le inspira o suscita el mensaje, o una parte de él que le haya conmovido especialmente.

“¡Queridos hijos! Hoy os bendigo de una manera especial con mi bendición maternal e intercedo ante Dios por vosotros, para que Él os conceda el regalo de la conversión del corazón. Desde hace años, Yo os llamo y os exhorto a una vida espiritual profunda y a la simplicidad, pero vosotros sois tan fríos. Por eso, queridos hijitos, tomad en serio los mensajes y vividlos, para que vuestra alma no se entristezca cuando Yo no esté ya más con vosotros y cuando ya no os guíe como a niños indecisos en vuestros primeros pasos. Por eso, queridos hijos, leed cada día los mensajes que Yo os he dado y transformadlos en vida. Yo os amo y por eso os invito a todos al camino de la salvación con Dios. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” (Mensaje del 25 de diciembre de 1989)

f.   Lectura del Santo Evangelio.

Se lee la lectura del domingo siguiente para así prepararse durante el resto de la semana, pero también puede escogerse la lectura del día. Se puede hacer una reflexión comunitaria, donde cada miembro voluntariamente comparte lo que le inspira el Santo Evangelio.

“¡Queridos hijos! Quiero que vosotros entendáis que Yo soy vuestra Madre, que Yo quiero ayudaros y llamaros a la oración. Sólo por medio de la oración vosotros podéis entender y aceptar mis mensajes y ponerlos en práctica en vuestras vidas. Leed la Sagrada Escritura, vividla y orad para entender los signos de los tiempos. Estos son tiempos especiales. Por eso, Yo estoy con vosotros para atraeros a mi Corazón y al Corazón de mi Hijo Jesús. Queridos hijos, Yo quiero que vosotros seáis hijos de la luz y no de la oscuridad. Por tanto, vivid lo que Yo os estoy diciendo. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” (Mensaje del 25 de agosto de 1993)

g.  Oración Final.

Podemos hacer una oración final o canto a la Virgen. También podemos hacer la consagración a María Santísima o al Sagrado Corazón de Jesús.

Agradezcamos por fin, la posibilidad de participar en un grupo de oración, tal como se ha hecho desde las primeras comunidades cristianas. De esta manera podemos hacer experiencia de lo que Jesús dijo en el evangelio, “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mt 18, 20)

Àngel Blanch

Equipo de Amor de Déu