El pasado fin de semana, Vil·la Gospa volvió a convertirse en hogar y punto de encuentro para centenares de peregrinos que, con espíritu de familia y fraternidad, compartieron una jornada inolvidable.

Las semanas previas estuvieron llenas de alegría, esmero y dedicación en la preparación de la casa y de todos los detalles necesarios para la acogida. Una comisión se encargó de coordinar cada aspecto, contando con la colaboración generosa de muchos voluntarios: en las compras, la limpieza, la producción de materiales, la difusión… y sobre todo, con la ilusión compartida de que llegara el día en que Vil·la Gospa se convirtiera en la casa de todos.

Más de 590 personas inscritas participaron en un día lleno de oración, alegría y testimonio. La Eucaristía presidida por Mn. Pere Montagut, en un clima de profunda comunión. La adoración eucarística, guiada por los Apóstoles de María, fue otro de los momentos de mayor recogimiento y gracia.

Entre los hitos más significativos de la jornada destacaron la presencia de Mn. Eduard Mata, recién ordenado diácono, los testimonios de David Piaget y Laura Gaude, y la esperada conferencia de Sor Emmanuel, que llenó de esperanza y luz a todos los presentes.

El ambiente festivo estuvo animado por los jóvenes de Amor de Déu, que aportaron dinamismo y entusiasmo, y por la música de la familia Casiano, que puso ritmo y corazón a la jornada. También se pudo disfrutar de la paella y fideuá para la comida, y de una butifarrada para la cena, compartida en un clima de auténtica fraternidad.

La jornada culminó con el concierto del grupo promesa Cambelas, que cerró con energía y alegría un día marcado por la presencia de María y el gozo de sabernos una sola familia.En definitiva, fue un encuentro donde se respiró unidad, fe y alegría, fruto no solo del día vivido, sino también de todo el trabajo y la ilusión que durante semanas hicieron posible que Vil·la Gospa brillara como verdadero hogar de todos.