Queridos hijos, como Madre os imploro: abrid vuestros corazones, ofrecédmelos y no temáis nada. Yo estaré con vosotros y os enseñaré cómo poner a Jesús en primer lugar. Yo os enseñaré a amarlo y a pertenecerle completamente. Comprended, queridos hijos, que sin mi Hijo no hay salvación. Vosotros debéis ser conscientes de que Él es vuestro principio y vuestro fin. Solo siendo conscientes de esto seréis felices y mereceréis la vida eterna. Como vuestra Madre deseo esto para vosotros. Gracias por haber respondido a mi llamada.
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Mensaje anual del 18 de marzo de 2002 a Mirjana

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